Eso mismo se preguntó el filósofo francés Roger-Pol Droit. Y el tema, como te podrás imaginar, tiene tanta chicha que le dio para escribir un libro entero (que se va de cabeza a mi lista de libros pendientes).

“Si sólo me quedara una hora de vida” es una recapitulación de lo que el filósofo francés cree haber aprendido a lo largo de su existencia, y un reto para que nos formulemos nuestras propias preguntas. Pero lo bueno es que podemos hacerlo como un ejercicio reflexivo sin necesidad de leernos el libro, o aún mejor: hacer el experimento de pensar que haríamos nosotros antes de leerlo, para ver si coincidimos con los pensamientos del autor. Creo que voy a optar por la segunda opción, ¿te unes?

Lo voy a hacer porque la propuesta del señor Droit me parece tan interesante como radical. Si solo nos quedaran 3.600 segundos de vida, todo se volvería infinitamente más intenso, más denso. Habría que volver a lo esencial, que sería un poco más fácil debido a la urgencia, por un lado, y a la eliminación automática de cualquier preocupación relativa al futuro, por otro lado.

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La siguiente pregunta lógica es la más peliaguda. ¿Pero qué es lo esencial, te estarás preguntando?

Para cada persona, será diferente: algunos caerían en el exceso, otros en la desesperación, otros se pondrían a rezar y hay quienes optarían por refugiarse en los seres queridos. Nuestro filósofo francés explica que él optaría por ponerse a escribir para transmitir su saber, porque “escribir es sin duda la mejor manera de ser astutos frente a la muerte”. No le falta razón, pero creo que ni borracha pasaría mis últimos momentos de vida pegada a un papel, y mira que me gusta escribir…

Como íbamos diciendo, la definición de esencial puede variar un poco dependiendo de cada uno, pero si lo pensamos bien hay algunos patrones que son comunes a la mayoría de las personas.

De hecho, Bronnie Ware, una australiana experta en cuidados paliativos y enfermos terminales, se planteó la misma pregunta tras acompañar a cientos de personas en sus últimas horas de vida. Esta enfermera descubrió que la mayoría de la gente moribunda se suele tener cinco arrepentimientos principales:

  1. «Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida siendo fiel a mis sueños, no a la vida que otros esperaban de mí»
  2. «Desearía no haber trabajado tan duro»
  3. «Ojalá hubiera sido capaz de expresar mis sentimientos»
  4. «Ojalá hubiera mantenido la relación con mis amigos»
  5. «Me gustaría haber sido más feliz»

Si te fijas, todos estos arrepentimientos tienen en común que no se refieren a  posesiones materiales, sino a vivencias y experiencias. La gente recuerda mejor las experiencias que ha vivido, y no las posesiones materiales. Otra cosa que destacaba esta enfermera es que todos estos lamentos de los moribundos son de cosas que no hicieron. La gente no parece arrepentirse de algo que sí hizo. Ware cree que la causa de esto es que «todo lo que hacemos en nuestra vida, bueno o malo, nos ayuda a aprender algo».

Esto me recuerda a un vídeo muy bueno que estuvo circulando hace unos meses por Facebook, en el que unas mujeres maduras reflexionan sobre lo que harían si volvieran a ser jóvenes:

No sé a ti, pero a mí sus miradas cargadas de sentimiento me conmueven. Y la frase que resume magistralmente el vídeo es: “Si volviera a ser joven, pasaría más tiempo siendo, no haciendo”. Ya tenemos unas cuantas pistas…

Siempre creemos que hay tiempo, nos consolamos con ello. Pero ¿qué pasaría si no lo hubiera?

Siento decirte que algún día te vas a morir, igual que yo. Nuestra existencia tiene un carácter finito, independientemente de las corrientes que creen en la reencarnación y el carácter infinito del alma (pero esa es otra historia diferente a la que nos ocupa hoy). El caso es que en nuestra sociedad la muerte ha sido dejada de lado, no sé si por miedo, por soberbia, por ignorancia o por un cóctel de las tres.

Roger-Pol Droit dice que “nuestra sociedad quiere eliminar completamente lo negativo y, del mismo modo, intenta ocultar nuestra finitud. Esta es la época de lo ilimitado y la muerte es nuestro límite principal. Recordar esto, no de forma triste ni mórbida, es lo que nos hace humanos”.

Yo diría que además de hacernos humanos, nos hace espabilar. Así que, además de pensar qué es lo absolutamente esencial para ti, hoy te propongo que pases a la acción: ¿qué pequeños cambios puedes hacer que te acerquen a lo que realmente quieres en tu vida, a tu definición de lo esencial?

Hazte ese favor y empieza hoy mismo. Lleguemos a lo esencial, a lo que no se ve con los ojos, como decía El Principito.  Para que al final del camino podamos cantar a grito pelao eso de «Non, je ne regrette rien»