El otro día, hablando con una buena amiga me comentaba que ella sentía que tenía que terminar con una situación, que notaba que no podía más, pero que tenía dudas porque su psicóloga le decía que no se precipitara, que pensara en darle la vuelta o en verlo desde una nueva perspectiva. 

Este consejo suena muy sensato y la verdad es que no sé si le hubiera contestado lo mismo a mi amiga hace unos meses, pero ayer las palabras me salieron muy de dentro. 

 Recuerda que tu eres tu propia autoridad.

Suena a frase de libro de autoayuda, lo sé. Pero estoy segura de que la era de los gurús, del idolatrar y el poner la sabiduría y la responsabilidad en otros se está resquebrajando. Que se desplome el castillo de naipes de los egogurús es cuestión de tiempo, no paro de verlo en todas partes. En el mundo del kundalini yoga, en el mundillo de los negocios online, en la política, en mi corazón. 

Estamos descubriendo (bueno, más bien confirmando) que nuestros líderes no son perfectos. Que los planes de “haz A,B y C y llegarás a X, no hay pérdida” no nos sirven.

Porque en el mejor de los casos quizá no haya pérdida y llegues donde te han prometido, pero quién sabe qué tesoros te puedes dejar por el camino. 

Estamos confirmando, al principio tímidamente y ahora con paso más firme y seguro que las fórmulas infalibles nos hacen sentir marcianas e inadecuadas. 

Que este mundo lineal y objetivo no está diseñado para acoger nuestros vaivenes cíclicos, nuestros procesos internos, las corazonadas aparentemente irracionales que vienen de muy dentro y que es imposible explicar. 

Que el vecino no tiene que saber necesariamente más que nosotras, por muy guapo, rico o aparentemente exitoso que sea. Que en ciertas situaciones no hay mejor psicóloga que una misma. Que si, en un alarde de confianza hacia nosotras mismas, escuchamos a nuestra intuición y remamos en la dirección de sus susurros, aunque sea con el pulso tembloroso, el resultado puede sorprendernos gratamente. 

La era de los gurús ha terminado

Y créeme, en parte entiendo este rollo de la idolatración y los gurús (palabra que siempre me ha parecido bastante repelente, la verdad sea dicha). 

Estamos en un momento tan incierto, distópico e inesperado (si me lees desde el futuro, ahora mismo llevamos semanas encerrados en casa debido a una pandemia mundial, ahí es ná) que es normal que vayamos a lo seguro. A lo contrario de lo incierto. Pero resulta que, cada vez más, lo contrario de lo incierto no es lo cierto. Ni lo seguro. 

Porque estamos descubriendo que no funciona, que nos deja vacíos o que oh, sorpresa, las personas a las que idolatramos son tan humanas y tan imperfectas como nosotros.

¿Cuál es la solución, entonces?

La autoridad interna

Es hora de dejar de apoyarnos tanto en iconos externos y de abrirnos a la posibilidad de que nosotros podemos -y debemos- ser nuestra propia autoridad

Por supuesto que podemos colaborar, hacer comunidad, escuchar y aprender de las personas que saben más que nosotros sobre determinado tema. De hecho, debemos, soy cero partidaria de alimentar la superioridad moral de quien se cree conocedor de esa escurridiza verdad absoluta. Pero si algo he aprendido con el tiempo es que, si no filtramos la información que tomamos como nuestra, el resultado del batiburrillo difícilmente tendrá un sabor dulce. 

Esto no es una cuestión de ego y de entonar un absurdo es que yo soy mejor que los demás.

Yo lo veo más bien como que si no nos conocemos y escuchamos, si no pasamos toda la información que recibimos por el filtro de nuestro ser, que dicha información nos sea útil es tan poco probable como que nos toque la lotería. Quizá nos pensemos que sí que funciona durante un tiempo. Pero cuando el brillo inicial desaparezca, quedará la evidencia de que en las decisiones vitales no existe el prêt-a-porter. Y si existe y te empeñas en ponértelo, aprieta el alma. Qué incómodo, ¿verdad? 

Vuelve a ti

Es hora de fijar la mirada en el espejo para re-conocernos. Toca desandar el camino para encontrarnos con nosotros mismos. 

Puede ocurrirte que tu camino de vuelta lleve tanto tiempo intransitado que está lleno de maleza y rocas inoportunas que te hacen dar rodeos. O que incluso pienses que ya no existe oportunidad de retroceder. Pero créeme que la hay. Estamos a tiempo, solo hay que seguir las miguitas de pan que te guíen.


Y no es fácil ni cómodo, pero cuando digas
bye bye gurús…el reencuentro contigo misma va a ser espectacular.